Cuando no podés cerrar los ojos,
cuando la sangre te prohíbe dormir,
tendrías que dejar de preguntarte
si ese mensaje algún día va a llegar.
Pero, qué podría decir ese mensaje,
si ya no hay nada que me puedas decir
que me haga desandar la vida vivida,
la vida pasada, y tampoco la vida que vendrá.
La vida que pasó, esa que cada vez preocupa menos,
me desvela solo cuando pienso
que vinimos a este mundo para amarnos,
para amarnos y después olvidarnos.
La vida que pasó es solamente eso,
una vida que pasó, que se agotó,
pero que vuelve a mí todo el tiempo,
como aconsejándome y matándome de vos.
Si ese mensaje llegara ahora mismo,
creo que preferiría no leerlo,
pero, conociéndome, y después de haberlo leído cien veces,
te gritaría que mejor no me mandes nada más, nunca más.
No sé qué diría ese mensaje,
pero me lo sé de memoria.
Hacen falta mil vidas más por venir
para borrarme el conocerte tanto.
¿Puede, la vida que vendrá,
asustarme tanto como me asusta?
Ojalá que siempre pueda,
así me siga dando las cosas que siempre me dio.
¿Puede, la vida que vendrá,
ser tan viva y tan azul,
como el cielo que me cubre
y me duerme cuando todavía te recuerdo?
Ojalá que sí, que siempre sí,
que como un tambor que se enloquece,
como un hambre que come mil carnes,
los mensajes no dejen de hacerse esperar.
Y, entonces, cuando no pueda cerrar los ojos,
cuando la sangre me prohíba dormir,
te voy a esperar, y te voy a olvidar,
pero siempre sabiendo que, alguna vez, te viví.
Comentarios
Publicar un comentario