Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de enero, 2015

el carrousel

Hoy arranco aquí este día cruel. Todos los vestigios del amanecer se unen para hacer un gran carrrousel, que no da vueltas, solo adelante. Ya no tiene sentido domar mis pies; se quieren soltar y bailar después. Solo puedo verlos desde el jardín, y ahora entiendo lo que me dijo aquél. Que corte mis hilos, que aprenda del cielo, que silbe tranquilo, que abra el sendero, que ame la tierra, que no tenga celos, y así disfrutar de lo que vendrá. Y sigo encendido, me arde la piel. Creo que ya no puedo dejar de ver cómo este puto día se hace atardecer, y yo no quiero irme de este carrousel. Que solo va al frente, que no tiene miedo, que sangra conmigo, que me pide fuego, que banca los golpes, que ve lo que siento, y solo hace lo que yo quiero hacer. Y solo me lleva adonde yo pueda ser.

la despedida

La despedida se camufla en cada abrazo apretado, en cada mirada que perdura. Se traduce en un chau que no quiere decir chau, y por eso mismo nunca es cómodo ni seguro; nunca se dice chau sin sentir que ese chau no puede ni tiene que ser el último, que dentro de un ratito va a venir otro chau, con otro abrazo y otro beso, seguido de otro chau y una mirada, seguido de otro chau más, y así infinitamente, hasta que la despedida sea una pérdida de tiempo tan grande que no se despida nadie más, jamás. La despedida se odia. Si fuese por ella, nunca hubiese nacido, porque sabe con certeza que su existencia va a ir eternamente esposada al dolor. Al dolor de un hijo que se va, de un amigo que ya no se verá, de un hermano que no se abrazará. Al dolor de una mujer que ya no se besará. La despedida se detesta. Y no se detesta solamente porque toda su vida va a ser un sufrimiento; se detesta porque hace que un pedacito pequeño de la vida de los demás sea triste por un instante; se detesta por t