Las ruedas muerden el asfalto, suenan como una pequeña sierra eléctrica cortando una madera blanda. Mi cara golpea el aire quieto de la noche fría. Pedaleo cada vez más rápido, tratando de calentar mis piernas. O tratando de no pensar, de alejarme. La velocidad me libera, no me doy cuenta que llueve hasta que unas gotas rebotan contra mis anteojos. Pedaleo más fuerte, aprovecho la pendiente. Los autos estacionados hacen intermitente el sonido de las ruedas. Hay algo que hace que quiera pedalear, aun cuando mis piernas no dan más. Hace diez minutos que mi bicicleta acelera sin detenerse. Sigo pedaleando. ¿Qué es? Más fuerte. Los auriculares reposan en mi cuello, la música llega a escucharse. Poco me importa que se mojen, que se rompan. Están hechos mierda, pienso. Pero los quiero, como a toda cosa vieja y hecha mierda que tengo. Hay una sensación que va subiendo por mi cuerpo, algo extraño. No sabría decir qué es, pero se parece a cuando algo te sale bien y lo s