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Mostrando las entradas de abril, 2015

cadenas rotas

Te sentís atado de pies y de manos, te sentís esclavo. La sensación de que nunca jamás vas a salir es lo único que sabés con certeza. Y lo vas a saber toda tu vida, a menos que te dispongas a no saberlo más. Mucho esfuerzo vas a tener que hacer para liberarte las manos y después los pies. Y ahí, recién, podés intentar salir. No es fácil, claro que no. Y creés que lo único que va a pasar es volver chocar contra la pared otra vez. Y lo vas a hacer. Y te va a doler. Y vas a chocarte una vez más, y otra, y así hasta que te des cuenta que los ladrillos de esa pared pasaron a ser bolsas con tierra, y vas a seguir chocando, y vas a notar, de repente, que las bolsas de tierra son ahora almohadones apilados. Y solo van a faltar unos cuantos golpes más, y vas a estar del otro lado. Sin embargo, si no estás de verdad dispuesto a salir, es muy posible que ya te encuentres afuera y no puedas darte cuenta. Es posible que no haya ninguna pared, y solo te choques contra el aire vuelto pesado por tu p

dos mejicanos, un turco y un boludo

Escucho mejicanos con su wey, que gritan como si fuesen ellos solos. Al frente de la terraza, una piedra gigante recorta una ventana. Una ventana que parece de una casa, desde la cual se puede ver un joven escribiendo boludeces, al lado de dos mejicanos enamorados, que ya pidieron su segundo vino. A lo lejos se ven más piedras gigantes, éstas con forma de gnomos de jardín, iluminados ahora por reflectores y faroles e impregnados de un frío silencioso, que recién comienza a saludarme. Y, ahora sí, ya no te veo. La luna es el foquito más brillante, y nos mira a todos desde arriba. Pasan autos allá abajo, cuando un turco me pregunta si quiero algo. No, gracias, le dije atontado, sin importarme que no me comprendiera. Aunque si le respondía la verdad, no me hubiesen entendido ni los mejicanos, que se están riendo a carcajadas, y ya se van para su cuarto. Son muchas las maneras de mirar y, sin embargo, ya no te veo.

puro humo

De repente, de entre las burbujas del agua, nació el humo. Un humo que, cuando las burbujas se calmaban, se adueñaba del recinto. Se expandía muy lento, pero sin vacilar un segundo. Firme, de a poquito, iba consiguiendo que todos apreciaran su enorme cuerpo gris. Pero no se iba a quedar ahí para siempre. Como si de una aspiradora gigante se tratase, el humo salió disparado por un tubo que nadie antes había notado. Y así nada más, el humo se había ido. Ahora estaba afuera, más libre que antes, más libre que nunca. Desde arriba podía verlos a todos encerrados en esas paredes verdes, mirándolo incrédulos. Incrédulos y celosos. Jamás habían podido llegar a ese lugar, ni siquiera habían oído hablar de la posibilidad de salir. Pero ahí estaban, mirando el humo libre. El humo, por su parte, no dejaba de dar brincos y volteretas por todos lados. Saltaba para allá, se enredaba en la silla, jugueteaba con los cuadros, se chocaba con la pared. Pero, ¿qué pared? ¿Acaso no era libre ya? Paraliza

un avión en Estambul

El avión los había dejado en un aeropuerto de Estambul.  El avión venía de Grecia, y Estambul también.  El avión que llegaba de Grecia significaba que esa ciudad sería el quinto destino de la tribu, después de haber pasado por París, Atenas, Kalambaka y Santorini. Estambul, que deriva del griego eis tin poli , significa algo así como "aquélla es la ciudad", respuesta que obtenían los soldados turcos de los griegos cuando les preguntaban  dónde estaba la ciudad, aunque los turcos en verdad querían saber dónde quedaba Anatolia, y no Constantinopla (que ahora se llama Estambul).  El avión había llegado un poquito más tarde que el mediodía, pero ellos pudieron salir a dar unas vueltas por la ciudad recién a eso de las seis de la tarde, después de un largo camino desde el aeropuerto al hotel, un camino repleto de hermosos canteros kilométricos con tulipanes de todos los colores y tamaños que dibujaban formas que iban desde un arcoiris hasta un derviche dando vueltas y vueltas c