Te sentís atado de pies y de manos, te sentís esclavo. La sensación de que nunca jamás vas a salir es lo único que sabés con certeza. Y lo vas a saber toda tu vida, a menos que te dispongas a no saberlo más. Mucho esfuerzo vas a tener que hacer para liberarte las manos y después los pies. Y ahí, recién, podés intentar salir. No es fácil, claro que no. Y creés que lo único que va a pasar es volver chocar contra la pared otra vez. Y lo vas a hacer. Y te va a doler. Y vas a chocarte una vez más, y otra, y así hasta que te des cuenta que los ladrillos de esa pared pasaron a ser bolsas con tierra, y vas a seguir chocando, y vas a notar, de repente, que las bolsas de tierra son ahora almohadones apilados. Y solo van a faltar unos cuantos golpes más, y vas a estar del otro lado. Sin embargo, si no estás de verdad dispuesto a salir, es muy posible que ya te encuentres afuera y no puedas darte cuenta. Es posible que no haya ninguna pared, y solo te choques contra el aire vuelto pesado por tu p