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Mostrando las entradas de septiembre, 2018

el viaje del desvelo

Me acaricio el pelo, en mi dedo enrollo un mechón. Lo envuelvo hasta que no da más, y mi cuero cabelludo reclama su pertenencia. Estiro la mano, toco la pared. La pintura, extendida sobre el revoque fino, me recuerda la piel de una mandarina. Las mandarinas del patio de mi casa, cuando todavía existía ese mandarino, cuando todo era más simple. Todo era más simple y, sin embargo, nunca lo aproveché. Todas las mañanas me despierto con frío, quizás por la temperatura que desciende al dormir. Aunque me acueste con mil mantas encima, aunque duerma con calefacción. En los últimos días, al frío se le sumó una desolación terrible. Tan terrible que no me deja salir de la cama. Me tensa los músculos, me aprieta los dientes, me ensombrece el pecho. Es como un cuenco de bronce gigante e invisible que me aprieta el tórax, cada vez más fuerte. Amenaza con asfixiarme, pero sé que puedo respirar si me lo propongo. ¿Qué haría si la respiración no fuese algo involuntario, si dependiese de