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Mostrando las entradas de agosto, 2015

cortocircuito

Mucha información, demasiada información. Necesito aislarme, palpar lo que tengo. ¿Qué es esto?, ¿desde cuándo todo es tan efímero, tan eterno? Esto que ahora toco, que ahora siento, tiene el olor del tiempo, tiene lo antiguo en cada veta de su piel, y, sin embargo, nunca antes estuvo aquí. Son alas de mariposas, que se deshacen con mi fricción; son láminas de polvo. ¿Qué edad tiene el polvo?, ¿hace cuántos siglos que da vueltas por el mundo entero? Y ahora está sobre mis dedos, bañándome de arqueologías desconocidas, contándome las vidas de la gente, como el testigo del universo. Como el testigo del universo, sí. Y yo acá, sin hablar su misma lengua. Y yo acá, mirándome los dedos, repletos de información (demasiada información), repleto de todo, y repleto de nada. Algo o alguien, una vez, me dividió en dos, y ahora soy dos personas, conviviendo en un solo cuerpo, tratando de sobrevivir así, tratando de que una no quiera matar a la otra. Soy dos pe

el día que fui invisible

Me levanté temprano, a las seis de la mañana, como siempre, porque entro a las ocho a laburar. El despertador del celular gritaba ese sonido horrible pero necesario. Apreté la pantalla, en el botón que decía "detener", pero no reaccionó. Se trabó otra vez, pensé, mientras me imaginaba a los vecinos despertándose también por el quilombo que estaba haciendo ese aparato. Esperé un ratito, y nada. Volví a apretarlo, pero no me daba bola. Ya me estaba cansando, así que le saqué la batería y se la puse de nuevo, para que dejara de joder. El agua para el mate llegó a hervir un poco, y como yo no tenía tanto tiempo, preferí tomarla así como estaba. Pero, cuando la probé, aspirando a través de la bombilla, no la noté caliente. Es más, estaba totalmente helada. Abrí el termo, pero de adentro salía vapor. La volví a probar, y nada. Fría. Fue rarísimo, porque yo soy medio maricón para esas cosas, y me vivo quemando la lengua. Fue tan raro que me tuve que comprar un jugo natural en el

una pared en la nada

Caminamos los dos juntos durante un tiempo muy largo, ahora no me acuerdo cuánto fue exactamente. Lo que sí me acuerdo es que era un lugar tan simple y tan inmenso, que no podías dejar de sentirte especial y único. Era como, por fin, estar consciente de que ese momento estaba sucediendo, estar totalmente abierto y despierto. Como percibir todas las cosas que siempre pensaste que tenías que percibir. Como saber que lo que estabas sintiendo era la felicidad, como toda tu vida creíste que debería ser esa felicidad, pero viviéndola. No es lo mismo estudiar las teorías y las concepciones del color que sentir un color. Esto era algo similar. Ella, me parece, estaba sintiendo algo parecido, porque no hablamos en todo el camino. Lo bueno de estar con ella era que podíamos quedarnos en silencio mucho tiempo, sin decirnos nada, y nos sentíamos casi mejor que hablando cosas por hablar; nos quedábamos mirando al frente los dos, o moviendo los labios, la lengua, la nariz, mirándonos, riéndonos