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Mostrando las entradas de diciembre, 2015

cascabel

Hay veces que uno quiere escribir, pero no sabe qué. No sabe, en realidad, que lo que necesita es gritar, gritar con toda su fuerza. Hasta que la garganta arda como si comiera lija. También hay veces que uno quiere gritar, pero no sabe qué. No sabe, en realidad, que lo que necesita es salir, mojarse, respirar, andar; no sabe, en realidad, que las angustias no vienen de un solo lado.  Las angustias, los gritos y la escritura. Tres cosas que, a veces, no se pueden ni diferenciar. La angustia quizás venga por un trabajo que salió mal, pero también por esa que te dejó. El trabajo que te dejó, la mina que salió mal. La angustia es, entonces, la que te agarra después de lo malo, después de la mierda. La que se te caga de risa con mil amigos y felicidades mientras te retorcés como un boludo en tu cama, deseando que sea tu amiga y estar cagándote de risa con ella de vos mismo. Pero hay una angustia que es todavía peor. Y es una angustia que no viene después de la mierda. Es la