Siempre quise bajar. O subir, no lo sé. Ir, directamente. O volver, también. Es difícil saberlo, nunca me lo quieren decir. Sólo vemos, en una pantalla gigante -gracias, hubiese sido complicado hacerlo en una más chiquita-, lo que sucede, lo que queramos ver, en el momento que sea, cuando lo dispongamos. Claro, están todos pegados a la pantalla. Aunque cada uno ve lo suyo. No me preguntes cómo carajo logran eso, pero es así. Yo veo lo que quiero ver, y Germán, por ejemplo, también. Sí, estamos todos como boludos mirando cosas que ningún otro puede ver en una pantalla gigante. Lo mismo pasa con el sonido. ¿De qué mierda te serviría ver lo que vos querés si tenés que escuchar un menjunje de ruidos y voces y músicas? Lo mejor de todo esto es que, si vos querés, le podés mostrar a cualquiera tus imágenes. Está bueno, porque, a veces, pasan cosas muy lindas, y vos necesitás compartirlas urgentemente con alguien. A veces, también, pasan cosas muy de mierda, y te hace falta un abrazo, o una mirada que te diga "no, la verdad que no llego a entenderte, lo tuyo es mil veces peor que lo mío y que lo de cualquiera que conocí en mi vida".
Una vez, con el Gordo Memé, hicimos algo buenísimo. Nos pusimos a ver dos partidos que se jugaban al mismo tiempo y nos mostrábamos las imágenes. Lo loco fue que los mirábamos desde adentro de la cancha, cada uno desde los ojos del arquero de cada equipo. Una vista impresionante. Ahí, recién, comprendimos que el arquero es el tipo más afortunado del mundo: salvo que su equipo sea una mierda a la que se la pasan bombardeándola, es un espectador de lujo, al que, encima, le pagan por eso. Además, pocas veces son los que se llevan la peor parte. Les hacen goles, sí, pero "el arquero no tuvo aquí ninguna responsabilidad" se escucha más que El Sensei en mi época.
En fin, lo que quería decir es que, de una vez por todas, voy a volver, viajar, bajar, subir, o lo que sea. No sé bien por qué, ni para qué. Ni siquiera, como qué. Sólo sé que, por primera vez, no voy a ver la pantalla, ni voy a escuchar los parlantes. Voy a ver con mis ojos, y voy a escuchar con mis oídos. Y voy a sentir, como siempre, con el alma, que sigue igual que antes.
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