Él es el hombre que todo lo explica. Quizás no lo sabe todo, pero no le hace falta saberlo todo; él lo explica igual. Ya sea los choricitos con los que se hacían las vasijas hace miles de años, la evolución de la viola da gamba en un violonchelo, la teoría de por qué Boca no tendría que haber sido descalificado de la Libertadores o qué es lo que hace tan rica a la chicha morada, él lo explica. Y a cada cosa que te explica le añade una especie extraña de aura, o de algo así, que hace que sea muy difícil no seguir escuchando y que tu atención vire hacia lo que él está explicando. Es como un gualicho, más bien. Casi que es una brujería que hace con las palabras, como eligiéndolas perfectamente pero tirándolas al azar, sin demostrar que lo está pensando demasiado. O podría ser también una neblina, una bruma con un dejo épico, legendario, que te adormece y te deja embobado, y hace que sus ojos brillen con cada explicación, y que los tuyos brillen también, sintiendo un orgullo que no sabés de dónde te viene, pero te viene. Sea lo que sea esta cosa que hace, es algo real. No es un invento mío. No soy el único que lo sabe, aunque quizás no todos se hayan puesto a pensar sobre ésto. Y con este poder enorme te lleva por miles de lugares sin moverte de tu silla, y te muestra cosas increíbles, y te revela secretos que estaban a la vista de todos, pero ocultos (como suele pasar con los secretos mejor guardados).
Hay que tener mucho cuidado, porque, si bien la mayoría de las veces es maravilloso, puede volverse adictivo, y empezás a preguntar una cosa, y después otra, y así hasta que ya no te queda más espacio en la cabeza o en el alma. A mí siempre me salvó alguien que nos llamaba a comer, o un teléfono, o alguna otra cosa. Pero sé de gente que se perdió en ese mar eterno de palabras, pensamientos y sentimientos, y no volvió jamás. Creo, fervientemente, que si nada de aquello nos hubiese interrumpido, todavía seguiría viajando. Y, a su vez, espero que esos viajes no se acaben jamás.
Comentarios
Publicar un comentario