Ya la casa estaba a oscuras, las sábanas blancuzcas yacían tendidas a los pies de la cama, y los vidrios de la ventana no le daban permiso a la tenue luz de la calle. Sabiéndose atrapado, lo único que le ocultaba su tétrico destino y le daba una efímera luz de esperanza, era el rescate. Él nunca quiso hacerlo, ni siquiera lo imaginó; pero tuvo qué.
Sentóse en la silla con la cara desfigurada por la tristeza. "¿Qué estoy haciendo con mi vida?" se volvía a decir, sabiendo que sus pecados habían desgarrado su alma, a tal punto que ya no le importaba matarlo mañana, o en ese mismo momento. Y que, al hacerlo, su espíritu se divorciaría de su gordo cuerpo de carne sudorosa, y la pena sería tanta que podría morir feliz.
Sentóse en la silla con la cara desfigurada por la tristeza. "¿Qué estoy haciendo con mi vida?" se volvía a decir, sabiendo que sus pecados habían desgarrado su alma, a tal punto que ya no le importaba matarlo mañana, o en ese mismo momento. Y que, al hacerlo, su espíritu se divorciaría de su gordo cuerpo de carne sudorosa, y la pena sería tanta que podría morir feliz.
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