Mucha información,
demasiada información.
Necesito aislarme,
palpar lo que tengo.
¿Qué es esto?,
¿desde cuándo todo es tan efímero,
tan eterno?
Esto que ahora toco,
que ahora siento,
tiene el olor del tiempo,
tiene lo antiguo en cada veta de su piel,
y, sin embargo, nunca antes estuvo aquí.
Son alas de mariposas,
que se deshacen con mi fricción;
son láminas de polvo.
¿Qué edad tiene el polvo?,
¿hace cuántos siglos que da vueltas por el mundo entero?
Y ahora está sobre mis dedos,
bañándome de arqueologías desconocidas,
contándome las vidas de la gente,
como el testigo del universo.
Como el testigo del universo, sí.
Y yo acá, sin hablar su misma lengua.
Y yo acá, mirándome los dedos,
repletos de información
(demasiada información),
repleto de todo,
y repleto de nada.
Algo o alguien,
una vez,
me dividió en dos,
y ahora soy dos personas,
conviviendo en un solo cuerpo,
tratando de sobrevivir así,
tratando de que una no quiera matar a la otra.
Soy dos personas,
y las dos tienen su lado de tristeza
y su lado de felicidad.
Pero son dos distintas,
dos que se conocen desde siempre,
dos que, en otro tiempo, eran la misma,
y que algo o alguien dividió en dos.
A veces, las tristezas de una
se vuelven más importantes
que su propia alegría,
y que las alegrías y tristezas de la otra.
A veces, las alegrías de una
son tan grandes que emborrachan
a las demás alegrías y tristezas.
Ya no las voy a poder juntar jamás,
pero van a vivir así,
cada una por su lado,
con sus tristezas y alegrías,
con sus alegrías y tristezas,
dentro mío,
donde ya no sé claramente
cuál de las dos soy.
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